1 El azul maya en Mesoamérica
El primer capítulo de esta obra analiza con detalle estudios previos sobre la naturaleza del azul maya, en particular las obras de H. E. Merwin, R. Kleber, L. Masschelein-Kleiner y J. Thissen, H. Van Olphen, Rutherford J. Gettens, José María Cabrera Garrido, Arthur R. Littmann, Pedro A. Sánchez, Antonio de Yta y Luis Torres. La revisión a profundidad de estas fuentes y de los componentes del pigmento conocido asi como sus características de resistencia son analizadas. Algunas de las fuentes son cuestionadas pues se muestran algunas contradicciones y en ocasiones falta de pruebas sobre lo que se dice haber conseguido. Se resalta la participacion de las arcillas: paligorskita, atapulgita, sacalum, montmorillonita, asi como el uso del las hojas de añil para la producción de índigo sintético.
A continuación se incluyen algunos párrafos del capítulo 1.
En varias pinturas murales de edificios arqueológicos de México se encuentra un color azul, azul turquesa o azul verdoso, intensamente atractivo y diferente de otros azules en más de un aspecto.
Este pigmento recibió el nombre de azul maya porque se creyó que existía sólo en la zona maya de Yucatán. Hoy, sin embargo, se conocen murales en diversas partes de Mesoamérica, como en el Tajín, Tamuín, Cacaxtla, Tenochtitlán (Templo Mayor), Zaachila, Tula y otras zonas de Centroamérica; existe también en esculturas, cerámica y códices.
La historia contemporánea del azul maya se inició en 1931, cuando H. E. Merwin analizó una sustancia azulosa que se encontró en las exploraciones del Templo de los Guerreros, en Chichén Itzá (Yucatán), realizadas por la Carnegie Institution, dirigidos por J. E. Thomson y a cargo de W. E. Morris, Jean Charlot y A. A. Morris. 1
- A partir de entonces, hace ya sesenta y dos años, varios científicos de algunos países han dedicado sus esfuerzos a develar los secretos que posee este compuesto, al cual también llamaremos azul mesoamericano o azul turquesa.
Debido a su naturaleza tan especial, ha sido objeto de estudios y trabajos serios y, en algunos casos, ha dado origen a lucubraciones y experimentos fantasiosos o a proposiciones sin mayor trascendencia científica.
Aunque el índigo, uno de los componentes del azul maya, es un material de color azul oscuro, conocido por los tintoreros de Egipto, la India y el Lejano Oriente desde hace dos o tres mil años, durante todo este tiempo y hasta nuestro siglo, su existencia había pasado inadvertida en el mundo de la ciencia. Se sabía que era un material tintóreo bastante utilizado, pero nada más.
En cambio, las características químicas y la resistencia extraordinaria del azul maya a los reactivos analíticos, lo han separado de los demás pigmentos empleados por los pintores de todos los tiempos y latitudes del planeta. Su naturaleza es tan peculiar que no lo afectan los ácidos concentrados en caliente, como el nítrico y el clorhídrico. Resiste también la acción del agua regia, de la sosa cáustica y del hipoclorito de sodio. Además, con excepción de José María Cabrera, quien extrañamente dice haberlo conseguido, ningún autor ha podido extraer o separar el color de las muestras del pigmento azul mesoamericano con ninguno de los solventes conocidos. 2
Como es fácil comprender, estas particularidades bastan para asentar que no hay otro material colorido preparado por el hombre que tenga propiedades semejantes a las que posee esta sustancia extraordinaria.
Frente a estos hechos, es necesario preguntarse por qué son tan distintos el índigo extranjero y el pigmento mesoamericano, si la base productora del color es exactamente la misma en ambos materiales. Esta divergencia entre dos sustancias formadas por una misma materia prima que es el índigo -proveniente de plantas cuya diferencia es sólo la especie, ya que el género es el mismo-, ha determinado que tengan caminos distintos en el tiempo y uno solo en la ciencia, ocupado éste por el producto elaborado y utilizado por los indígenas pintores de Mesoamérica, a partir de una época y de un sitio que los arqueólogos todavía necesitan descubrir, aunque puede especularse que se originó quizás a mediados del siglo VIII, porque al finalizar la centuria, ya era bastante conocido y tenía aplicaciones importantes.
El índigo es producido en Oriente y en la India por la planta Indigofera tinctoria, y en México, Guatemala y El Salvador, por la especie I. suffruticosa.
Después de numerosos estudios realizados por diversos investigadores, ahora se sabe que el azul maya está formado por diversas arcillas unidas al colorante llamado índigo, contenido en las hojas de la planta del añil.
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En 1969, el doctor José María Cabrera Garrido, del Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte, Arqueología y Etnografía, en Madrid, España, realizó otra serie de estudios en los cuales reporta haber separado, "por primera vez en el mundo" (sic), el índigo de la arcilla:
Con los ácidos minerales concentrados en frío, nítrico y clorhídrico, hemos podido observar un ataque parcial del pigmento, pues algunos granos se decoloran o pasan a verdes obteniéndose una disolución intensamente amarilla que deja un residuo oleaginoso al eliminar el ácido [... ]. Con los disolventes cloroformo y ciclohexano no se observa acción aparente pero la disolución presenta una fluorescencia azul-lechosa al analizarla con la luz de Hood. 11
Al reportar las pruebas de un azul del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, nuevamente asienta:
La extracción prolongada de la muestra con cloroformo caliente, ha surtido efecto, pudiéndose aislar una porción de colorante azul que, la espectrografía de absorción I. R. (fig. 21) demuestra que es índigo. El pigmento se oscurece por la acción del calor y, aunque los ácidos minerales concentrados lo atacan, no consiguen destruir el color. 12
Sus pruebas resultan extrañas y contradictorias, porque ningún investigador a logrado tal separación, a pesar de haber utilizado los mismos reactivos citados por Cabrera y muchos más, sin éxito alguno. Si se analiza el párrafo anterior se advierte una contradicción. El índigo por sí solo es muy sensible a los ácidos diluidos, mas unido con la arcilla es indestructible, y en esto radica una de sus características.
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La realización de este trabajo resuelve las incógnitas en buena parte, pues se logró producir un pigmento, con las mismas propiedades y características del material prehispánico, utilizado únicamente hojas de añil, arcillas y agua y siguiendo un método que tal vez sea idéntico o muy semejante al que emplearon los indígenas, por que no se ha utilizado ningún elemento que no hayan tenido a mano sus creadores, ni manipulación o reactivos sintéticos. Además, de acuerdo con las indicaciones conservadas en la obra del protomédico de Felipe II, Francisco Hernández, fue posible preparar, el pigmento prehispánico de color azul turquesa, según se indicará adelante.
Los dos puntos fundamentales de este trabajo son la preparación del azul maya y la solución de una de las incógnitas que han preocupado profundamente a los investigadores: cómo fue posible que los artistas prehispánicos emplearan una o varias arcillas para preparar el pigmento azul. Con argumentos históricos irrebatibles, comprobados al preparar el pigmento, se explica el porqué y el cómo de la presencia y la existencia de los silicatos. Sin embargo, a pesar de todos los trabajos realizados, todavía permanecen irresolutos algunos puntos que podrán aclararse en el futuro.