El pueblo maya tiene una antigüedad muy larga y se pierde  en los años anteriores a nuestra era. Su auge ocurre desde el siglo III a C para terminar, como el de casi todas las culturas entre lo siglos VIII y IX d.C. Pero en este lapso, lograron desarrollar hechos culturales extraordinarios, aprendidos algunos de ellos de culturas más antiguas, posiblemente como la de los olmecas, los zapotecos y los teotihuacanos.

Los Mayas crearon su propio sistema de representación del pensamiento y de la historia por medio de signos y glifos cuyo significado, bastante complejo, empieza ya a descifrarse con mayor amplitud. Su arquitectura no tuvo paralelo en Mesoamérica; en ella destacan varios centros en los que las construcciones del periodo clásico 400-600 d.C., muestran una decoración escultórica adosada a los muros realizada con extrema finura, y en alguno de ellos, como en Palenque (Chiapas) las esculturas de figuras humanas alcanzan una finura extraordinaria. 

Además de la escultura exenta tan notable en Copán, Honduras, en los dinteles de Yaxchilán, Chiapas, los mayas del periodo clásico crearon enormes conjuntos de pintura mural, desgraciadamente destruidos, pero sobreviven algunos ejemplos importantes como los excelentes murales de Bonampak, Chiapas, en los cuales es posible observar la maestría de los sacerdotes-pintores.

Pero además de ello, también crearon e inventaron un pigmento de carácter extraordinario no sólo por la belleza del tono azul turquesa con sus ligeras variantes en la tonalidad sino, también, por su enorme estabilidad a los agentes atmosféricos y a su resistencia a la acción de los reactivos químicos más enérgicos. Su naturaleza química ha sido y está siendo todavía objeto de estudio, pues aunque está formado por la unión del material colorante de las hojas de la planta del añil (Indigofera suffruticosa, Lin.) y la unión de una arcilla como la paligorskita, se desconoce cual es la naturaleza físico-química de ese enlace. La fecha aproximada de su invención  oscila entre los años 780-800 d.C., pero su empleo se extendió por casi todos murales de los pueblos de Mesoamérica hasta el siglo de la conquista y todavía sobrevivió el pigmento azul turquesa hasta casi el último cuarto del siglo XVI, pues buena parte de los murales realizados por los pintores indígenas educados por los frailes en sus monasterios, poseyeron pintadas sus superficies con la misma sustancia creada por los mayas ocho siglos antes.


 
Pagina del Pigmento Azul Maya por Constantino Reyes-Valerio